Alcaraz, campeón del US Open y número uno del mundo

El príncipe Carlos se corona en Nueva York

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Nacho Atanes
  • Nacho Atanes
  • Redactor de deportes y canterano de OKDIARIO. Desde 2016 cubriendo la información de tenis. También baloncesto, fútbol, ciclismo y otros contenidos.

Carlos Alcaraz ya lo tiene todo. Con apenas 19 años y 4 meses, el tenista español se convirtió, definitivamente, en realidad al máximo nivel al coronarse como campeón en el US Open. Carlos ya no será Carlitos nunca más si no es voluntad propia porque, además de su primer Grand Slam, logra con la victoria ante Casper Ruud (6-4, 2-6, 7-6, 6-3) alcanzar el número uno del ranking ATP, siendo el más joven de la historia en conseguirlo. No fue la final más espectacular ni la de mayor nivel, pero tras tres horas y 21 minutos, fue lo que verdaderamente importaba, la final de Carlos.

A la 1:35 se apagó el reloj del US Open 2022, justo en el momento en el que se activaba el contador del ciclo ganador de Carlos Alcaraz en los Grand Slam. La extraordinaria precocidad del tenista español apunta a llevarle a cosechar éxitos mayúsculos, tan grandes como el logrado en Nueva York en un día para la historia del tenis español, que ve como ahora puede permitirse un fallo de Rafa Nadal y no por ello dejar de celebrar en un grande.

Porque Alcaraz es todo lo que hemos visto en el US Open, todo grandeza en el despegue y en el sufrimiento. Su actitud, para algunos incluso chulesca, no hace sino representar la ambición de un tenista capaz de cambiar su paleta de golpeos, de por sí infinita, para encontrar la solución adecuada para sacar adelante ni más ni menos que una final de Grand Slam. Sin abandonar el poderío de una derecha que apunta a ser histórica, su dominio del servicio al cuerpo y la volea fueron elementos diferenciales para desactivar el tenis de Casper Ruud.

Ruud, no nos engañemos, era un rival propicio para que el de El Palmar se estrenara en una final de Grand Slam. Pese a su experiencia en Roland Garros, Casper no es un experto en estas lides y pese a su nivel, de notable alto durante todo el año, tampoco resulta un crack infranqueable. Alcaraz necesitaba tener un buen día, mantenerse activo de cabeza para controlar su ímpetu y contar con ese puntito de suerte siempre bien recibido en las finales. Lo tuvo todo y el resultado es imposible de mejorar.

Alcaraz golpea primero

Puede ser una de las primeras veces en las que una final de Grand Slam, la posibilidad de hacerse con el primer grande de tu carrera –en caso de ambos contendientes– comparte protagonismo con otro botín mayúsculo, el de subirse a la historia convirtiéndose en número uno. Tanto Carlos como Casper aspiraban a lo mismo, y la Arthur Ashe, la pista de tenis más grande del mundo, con un público característico y muy animado, era el escenario perfecto.

Comenzaron los dos con alguna duda, cediendo oportunidades de break en sus primeros juegos de saque. No pasaron a más. Sin embargo, Ruud le dio otra ocasión de romper a Alcaraz a la segunda y aquí, el español no iba a fallar. El primer set se esperaba igualado y así sería, pero el cabeza de serie número tres ya tenía una ventaja a la que agarrarse, siempre y cuando la solidez al servicio acompañara. Vinieron momentos de cierta complicación, pero caminando hacia delante y terminando en la volea fueron subsanador. Alcaraz se adelantaba por 6-4 y veía un poquito más cerca la posibilidad de cumplir su sueño.

Cortocircuito de Alcaraz

Ruud había hecho mucho en el set, pero se le había escapado un break que, ante alguien más talentoso y creativo, y Alcaraz lo es, se paga caro. Debía remontar el noruego o al menos no ceder de primeras en el segundo set e hizo las dos cosas, en orden opuesto. Primero aguantó las acometidas de un tenista, Carlos, llevado por la inercia del primer parcial y a continuación, sólo esperó, agazapado y en su especialidad, el contraataque, la llegada del cortocircuito de su rival.

Repentinamente, fruto del cansancio, la presión o quién sabe qué, apareció la frustración de golpe en Alcaraz. El murciano había desechado una pelota de break para el 3-2 a favor y, a partir de ahí, el apagón. Carlitos empezó a fallar pelotas innecesarias, hacer dejadas que no tocaban y a acabar en la red de forma precipitada. Casper Ruud, subido a la ola que había desatado Alcaraz en su propia contra, aprovechó el regalo y rompió en una primera ocasión para cerrar el set con la segunda. 6-2 favorable al noruego y todo igualado excepto las sensaciones, que eran contrarias para el español.

No debía cebarse el murciano en encontrar explicaciones a lo sucedido y tenía el coaching como arma de destrucción del mal momento que estaba atravesando. Recuperar su derecha y esquivar las trampas de Ruud, mucho más clásico y de menos aceleración –voluntaria e involuntaria– en sus golpes serían algunas de las claves para poder primero competir y después derribar el muro de Casper.

Carlos cumplió con todo, aprovechando la precipitación de Ruud, y comenzó el tercer set con una rotura que ejercía de bálsamo para las heridas del anterior parcial. A ello le sumó otro juego y estuvo a punto de hacer lo propio en el tercero, también con saque de Casper, en el que no pudo llevar a buen puerto la pelota de break con la que contó. Estuvo a punto, pero volvió a caer.

Un tie-break de campeonato

Con los fantasmas del pasado de vuelta, la derecha abandonada y un revés desconocido, Alcaraz volvió a desordenarse y por el camino perdió el saque que le había dado la ventaja en un set que por tradición se presumía como clave para decidir al vencedor. Por suerte para Carlos, Ruud tampoco pasaba su mejor momento del partido, con altibajos en la ofensiva y en ocasiones, corto en defensa. No era una final de gran nivel y se notaba la tensión del número uno para el ganador. El resultado era el tie-break.

Alcaraz había llegado de milagro, tras levantar dos pelotas de set en contra en el 6-5 y sin demasiadas sensaciones, pero la determinación es una de las grandes características de Carlitos y si a ello le sumamos el peor Ruud del partido, el resultado es una muerte súbita en la que el español revivió y el noruego cayó en el pozo que suponía ceder la tercera manga. La gloria a un solo paso.

Por primera vez vimos a un Ruud cabreado, consigo mismo, después de ceder la oportunidad que podía haber sido la de su vida. El noruego es frío, pero demostró temperamento a la hora de subir un punto la agresividad y así aguantar a Carlos, de nuevo lanzado, en el comienzo del cuarto set. Casper volvía a dar la talla, pero enfrente estaba la respuesta a las preguntas que se hizo en ese tie-break. Aún con cierta irregularidad, pero Alcaraz estaba de vuelta y en una lucha de tú a tú, sin laberintos, la balanza debía acabar cayendo del lado del genio español.

Despegue hacia la historia

Alcaraz no tenía todo el tenis, pero tras muchos minutos agarrotado, se había soltado físicamente, corriendo a por cada pelota, metiendo una más y no siempre a toda velocidad, entendiéndose esto como algo positivo. En el momento clave, a punto de llegar la mitad del set, Carlos daba el golpe, en forma de break, que podía ser definitivo para conquistar el US Open y el número uno del mundo.

«¡Vamos a por más!», le gritaba un nervioso Ferrero desde el box. Sabía que lo peor había pasado, pero necesitaba a su pupilo concentrado, con la posibilidad de entrar en ebullición. La presión podía aparecer y el 0-30 del juego siguiente al break lo demostró, pero Carlos tenía el saque y la derecha –por fin– en su repertorio, repertorio ganador con el que se colocaba en disposición de acabar.

Cuatro puntos para reescribir la historia con el puño y letra de un tenista, un superdotado de 19 años y 4 meses que fue componiendo, una a una, las notas restantes de su obra maestra. Un punto de saque pondría punto y final a la gran función. Ya es realidad, Carlos Alcaraz es el campeón del US Open y el mejor tenista del mundo.

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